28 agosto 2006

Vivir en una cita.

Es común ver la luz opaca del monitor en su cara, la mirada en él, absorta, casi hipnotizada. Los botones del teclado se confunden en sus dedos, una tecla tras otra, como siguiendo una secuencia indescifrable dictada por algo o alguien en su cabeza.

De día, de noche, en las húmedas madrugadas de tristeza, en su cuarto, ensimismado, frente a la computadora. Dictando sentencias, creando, obedeciendo, una cosa a la vez o todas, no lo sé.

De repente vuelve a la realidad, a la vida de un mortal y se pierde con la tez pálida del encierro y no se encuentra en ellos, no hay principios ni finales, no hay un orden literario, hay faltas graves de concordancia y orden de ideas. Es un intrincado caos de palabras pronunciadas sin ningún significado, sin sentido, sin intención. Eso le aterra, vuelve a su mundo, a su cuarto, a sus letras, a la pared multicolor, a su fortaleza. Las fantasías ahí duran hasta que el punto final las aniquile.

Marco Medina.

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